La primera casa propia de Maradona, ubicada en el barrio porteño de La Paternal, no sólo esconde objetos míticos del Pelusa. Subiendo por las escaleras, en el piso superior, se encuentra un pequeño santuario, decorado con cuadros, zapatillas de fútbol y hasta un altar con fotografías.
«Algunos católicos se persignan, hemos visto gente arrodillada, quebrarse… La verdad es que son momentos que se viven muy fuertes por Diego», señala a Efe César Pérez, curador de una vivienda-museo que es punto de peregrinación para los «feligreses» maradonianos.