Según cifras oficiales, el gobierno de México ha recibido más de 120.000 solicitudes de refugio este año, una cifra récord, mientras que las autoridades habían identificado hasta octubre a más de 228.000 personas transitando de forma irregular por su territorio. La mayoría de migrantes que recorren el país rumbo a Estados Unidos proceden de Latinoamérica y el Caribe.
Algunos de ellos han acabado en albergues como este en Tijuana, en el estado fronterizo de Baja California. Sin perspectivas y sin recursos, aunque afortunados, pese a todo, por haber conseguido llegar con vida hasta las mismas puertas de Estados Unidos tras recorrer un camino plagado de amenazas. «Cuando uno sale de su país viene sufriendo, durmiendo en el monte, algunos días comiendo, algunos días aguantando el hambre», dice María del Carmen Garza, una hondureña de 49 años que entró a México en marzo de 2021, según cuenta, viajando en un camión repleto de gente.
«Lo sentimos mucho, no podemos recibirlos», dice un cartel escrito a mano en la puerta del albergue «Pro Amore Dei», en una zona de calles empinadas en Tijuana. «No hay espacio».